martes, diciembre 30, 2008

Metallica - Death Magnetic


La sombra de la duda se cierne de forma constante sobre los cuatro jinetes de San Francisco. Y es que el paso de los años ha conferido a Metallica esa peculiar habilidad que poseen las grandes formaciones musicales de aglutinar, a partes iguales, iras y pasiones. En 1991, con la ya lejana edición de su Black Album, claramente orientado al público generalista, rompían definitivamente con su pasado thrasher, y se desprendían de su vitola de banda de culto, alejada del movimiento mainstream. Hecho que dividió categóricamente a los viejos y nuevos fans de Metallica.

Más tarde, en 1996, llegaba el magnífico y polémico Load, disco que acrecentó la ruptura entre los seguidores del grupo, con una sonoridad más cercana al hard rock y al rock alternativo, muy en boga en la primera mitad de la década de los 90. A partir de este momento, Metallica se adentró en una crisis creativa que les llevó a editar Reload –compuesto por los descartes de Load-, un disco de versiones llamado Garage Inc. y un directo con la Orquesta Sinfónica de San Francisco. Tras siete años sin componer material nuevo –a excepción de la magnífica No Leaf Clover y las innecesarias I Disappear y Minus Human-, la banda publica St. Anger, álbum que prescindía, prácticamente, de cualquier elemento característico de su sonido y que se adentraba en terrenos más modernos y experimentales.

En 2007, tras más de 15 años trabajando con el productor Bob Rock, Metallica decide poner a los mandos de la grabación de su nuevo disco al polifacético y ecléctico Rick Rubin. Death Magnetic, después de año y medio de trabajo, vio la luz el pasado 12 de Septiembre de 2008.

La breve y metálica introducción de Death Magnetic remite a pasajes clásicos de la banda y anticipa la clase de composiciones que vamos a encontrar a lo largo de la escucha. That Was Your Life y The End Of The Line son los cortes elegidos para abrir boca; ambos discurren en una mezcla de heavy metal de corte tradicional y el thrash metal más accesible, marca de la casa. Es imposible dar más pistas: señoras y señores, Metallica ha vuelto a los 80. Broken, Beat & Scarred rememora el sonido más controvertido de la banda en álbumes como Black Album o Load, aunque pasado por un filtro metálico que, sin duda, convencerá incluso a los seguidores más afines a la vieja escuela.

Después de esta agitada, frenética y animada presentación, Metallica nos ofrece su versión más épica a través de The Day That Never Comes, tema elegido como primer sencillo del álbum que, previamente a la edición del mismo, consiguió devolver la esperanza a muchos escépticos y recelosos del pasado del grupo. Rozando el ecuador del compacto, hallamos uno de los momentos álgidos de Death Magnetic en All Nightmare Long. Riffs poderosos y melódicos junto a un acertado estribillo nos transportan a través de una de las experiencias musicales del año.

Cyanide nos devuelve a los Metallica más modernos, esta vez sin ningún tipo de alarde ni disfraz. Un riff accesible, cercano a sonidos punk, acompañado, de nuevo, con un estribillo extremadamente pegadizo completan la que, para muchos, es la canción más original del disco. A Unforgiven III le debe ocurrir como a estos hijos de actores famosos que, hastiados de sus anodinas vidas en las barriadas VIP de Los Ángeles, deciden reproducir los pasos de sus progenitores, sin advertir que la sombra proyectada por sus bienamados ascendientes es tan alargada que puede acabar devorándoles irremisiblemente. Y es que la leyenda que precede a esta canción es tan grande y mítica que las expectativas sólo pueden ser grandes cuando una banda como Metallica anuncia que va a incluir, en su Death Magnetic, la tercera parte de tan aclamada copla. Lo cierto es que tras muchas escuchas, Unforgiven III no pasa el corte aunque consigue salvar los muebles gracias a sus pasajes melódicos que se convierten en la gran referencia baladística del álbum. The Judas Kiss es el otro gran tema del disco, rápido y poderoso en su ejecución, cuenta con uno de los estribillos más inspirados de su carrera.

La recta final del disco la encaramos con Suicide & Redemption, una suerte de composición instrumental que, pese a estar bien intencionada, no logra emular las grandes sensaciones musicales que el cuarteto de San Francisco ha logrado transmitir en el pasado a través de este tipo de cortes. A modo de coda apocalíptica, Metallica nos invita a desencajar nuestros cuellos a ritmo de My Apocalypse, que resulta el tema que remite más claramente a los primeros lanzamientos de la banda, donde busca perpetuar referentes tan certeros como Battery o Dyers Eve.

Metallica ha editado, tras 27 años de carrera, un álbum complejo, no apto para el público generalista. No sólo por su vocación eminentemente metálica sino también por la excesiva duración de las canciones que, en determinadas ocasiones, se convierte en el gran hándicap del compacto.

En líneas generales, puede decirse de este Death Magnetic que se trata de un buen disco que, sin embargo, adolece de la inspiración necesaria para conseguir el objetivo de reproducir la calidad que atesoraban los grandes álbumes clásicos de la banda. Por otro lado, supone un paso adelante y una recuperación tras más de 12 años de sequía inspirativa y un precedente, como St. Anger, que evidenciaba carencia de ideas y una necesidad de experimentar sin sentido.

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